Ada Colau, exalcaldesa de Barcelona y figura clave en la política europea, conversó con RAYA durante el encuentro de CLACSO en Colombia. Desde su experiencia feminista, anticapitalista y municipalista, advirtió que la democracia no puede limitarse al control de los gobiernos: “Nos falta fiscalizar ese poder económico que a menudo se mantiene en la sombra”, sentenció.
Por: David González
Ada Colau Ballano es una figura ascendente de la política en Cataluña y con proyección europea. Fue alcaldesa de Barcelona entre 2015 y 2023, y desde su rol enfrentó la especulación inmobiliaria y trazó un horizonte de ciudad más amable. La revista inglesa Time Out la incluyó en su listado de las 50 personalidades que pueden cambiar el mundo, junto a Anne Hidalgo, exalcaldesa comunista de París, y Tania Adam, activista antirracista. La razón: su capacidad para imaginar otro futuro para las ciudades.
Como alcaldesa, Colau recuperó calles contaminadas de Barcelona y las incorporó a las “supermanzanas”: barrios enteros libres de automóviles, donde se plantaron árboles y se abrieron espacios públicos. Durante su gestión, confiscó espacios vacíos, prohibió la construcción de nuevos hoteles y aumentó las restricciones contra la renta turística ilegal. En su paso por Colombia, RAYA habló con ella en el marco de la CLACSO, donde reflexionó sobre feminismo y política pública.
RAYA: ¿Cómo llevó el feminismo a la gestión del poder y la política pública en Barcelona?
Ada Colau: La experiencia principal fue en Barcelona. Desde el primer momento pusimos el feminismo en el corazón del diseño de las políticas públicas. No se trataba solo de políticas para mujeres, sino de políticas para mejorar la ciudad para todos y todas, también para los hombres. Lo que dice el feminismo es que pongamos la vida, la dignidad y la igualdad de las personas en el centro, y erradiquemos todas las violencias. Con esa mirada feminista empezamos a generar derechos.
No hubo resistencia porque diseñamos políticas concretas junto con los colectivos sociales y feministas de la ciudad. Atendimos las necesidades específicas de los barrios más vulnerables, mejoramos los espacios públicos para que fueran más democráticos y reforzamos servicios sociales para mujeres que estaban solas a cargo de sus hijos y no tenían tiempo ni para respirar. Hicimos políticas que mejoraban la vida concreta de la gente. No eran de unos contra otros: era por la felicidad y el beneficio de la colectividad. Y eso lo percibió el conjunto de la población.
RAYA: En España también hay discursos muy fuertes contra el feminismo. ¿Cómo enfrentaron esa oposición?
Ada Colau: No hay una fórmula mágica para ser inmunes a lo que ahora es una tendencia global reaccionaria. Esta alianza internacional de la extrema derecha no son casos aislados, están financiadas por élites económicas que, al ver que los movimientos populares podían avanzar, organizaron y financiaron estos proyectos de ultraderecha. Tienen mucho dinero, acceso a medios de comunicación, al poder judicial y a todos los poderes fácticos. Es una lucha muy desigual y global.
En Barcelona, la extrema derecha no ha tenido éxito, en parte porque la ciudad tiene una historia muy organizada, con movimientos sociales fuertes y con tradición comunitaria en los barrios. Eso ha hecho que sus mentiras no hayan enraizado tan fácilmente. Pero igual vimos crecer discursos racistas que impulsa la extrema derecha. Nadie está completamente fuera de esas dinámicas.
Frente a eso, además de combatir las mentiras, es fundamental hacer políticas valientes que mejoren la vida de las mayorías. Cuando la gente ve que desde el gobierno se trabaja para que mejoren sus condiciones de vida, eso desactiva las mentiras de la extrema derecha. Y sí, también hay que enfrentarse a esos grandes capitales que controlan el relato y los medios. Esa es una lucha anticapitalista que es urgente dar.
RAYA: Justamente, muchas izquierdas en América Latina han sido criticadas por no avanzar en esa lucha anticapitalista. ¿Cuál fue su experiencia?
Ada Colau: Lo vivimos en Barcelona, aunque fuera en una escala municipal. Nosotros no llegamos al poder solo para ocupar un lugar, sino para cambiar las reglas del juego y tocar privilegios. Y eso generó reacciones. Enfrentamos a los especuladores inmobiliarios y defendimos el derecho a la vivienda. También defendimos la gestión pública del agua frente a la empresa privada que la tenía en Barcelona.
Eso tocó intereses de grandes corporaciones. Entonces empezaron las fake news, las campañas de desprestigio y también el lawfare, la guerra judicial. A mí me pusieron más de 20 querellas penales que luego fueron todas archivadas, pero generaron ruido y confusión. Su estrategia es asociar al gobierno con los problemas y el caos.
Lo que está pasando en muchos lugares se repite: la extrema derecha está internacionalmente coordinada y comparte las mismas estrategias de fake news, lawfare y manipulación en redes y medios. Los movimientos progresistas deberíamos estar mucho más organizados y coordinados para enfrentar esto. Ahí tenemos una gran tarea pendiente.
RAYA: En ese contexto, algunas democracias han intentado fortalecer la participación a través de consultas populares. ¿Cómo ve este camino?
Ada Colau: Consultar a la ciudadanía no debería darnos miedo, siempre que se haga con todas las garantías, con todos los argumentos sobre la mesa y en un clima de respeto y serenidad. Si hay dudas sobre cómo afrontar temas clave, ¿qué mejor que dar la última palabra a la ciudadanía? Consultar no solo es democrático, sino que puede ser una herramienta para fortalecer las decisiones colectivas.
RAYA: ¿Cómo entiende usted una democracia real?
Ada Colau: Democracia real es muchas cosas. No hay una fórmula mágica. Es, por ejemplo, que haya transparencia sobre todos los poderes. Hoy la derecha ha sido muy hábil en poner el foco de la fiscalización solo sobre los gobiernos de izquierda, mientras que el poder económico global, que opera en nuestros estados, queda en la sombra.
Estos poderes económicos compran viviendas, especulan con el suelo, contaminan el aire, destruyen la tierra, y casi no hay fiscalización sobre ellos. Además, estos poderes están conectados: hay castas judiciales que tienen relaciones muy estrechas con las élites económicas y con grandes medios de comunicación.
Lo que falta es que la ciudadanía pueda fiscalizar todos esos poderes, no solo al poder político. Ese es uno de los grandes déficits que tenemos hoy en las democracias. Ese poder económico global impulsa la carrera armamentista, es cómplice del genocidio de Israel contra Palestina, y mercantiliza bienes básicos como el agua, la vivienda y la tierra.
Nos falta capacidad para fiscalizar a esos actores que están despojando a nuestros territorios y a nuestros pueblos.
RAYA: En Colombia, los pueblos afro hablan de una cultura de la vida frente a una cultura de la muerte que sigue creciendo. ¿Está ahí el fondo de la discusión?
Ada Colau: Yo creo que esa es la aportación principal del feminismo: no solo denunciar las violencias machistas, sino también poner en el centro la cultura de la vida. Nosotras no queremos que nos maten. Nosotras somos las de la alegría, las de la cultura de la vida, y defendemos esa cultura frente a la cultura de la muerte.
Esa es la gran aportación que el feminismo debe poner hoy en la agenda política.