Sergio Rodríguez Gelfenstein, analista internacional y académico en China, advierte que América Latina es la región más rezagada en integración frente al nuevo orden mundial. En esta entrevista con RAYA, analiza la ofensiva arancelaria de Trump, la respuesta estratégica de China y el rol de las élites latinoamericanas como obstáculo para un bloque regional fuerte y autónomo.
Por: David González M.
Para Sergio Rodríguez Gelfenstein, América Latina es la región más rezagada en los procesos de integración frente a la reconfiguración del orden mundial. El profesor y analista internacional venezolano no se muestra optimista al analizar los horizontes de la región.
En esta entrevista con RAYA, habla sobre la ofensiva arancelaria del gobierno de Donald Trump, la respuesta China como potencia hegemónica emergente y las debilidades de América Latina, marcadas por el papel de las elites tradicionales.
Desde marzo de 2016, Gelfenstein es investigador invitado del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Shanghai en China. Desde allí es testigo directo de los cambios que vive China y el mundo, y ha plasmado sus análisis en una docena de libros, ensayos y revistas académicas.
RAYA: El presidente Trump amenazó con imponer aranceles, en lo que se ha definido como un nuevo capítulo de la guerra comercial, esta vez con impactos directos en América Latina. ¿Cómo analiza este escenario global?
En primer lugar, quisiera hacer dos aclaraciones. La agresión de Estados Unidos contra América Latina no empezó con Trump; lleva 200 años y tiene diferentes matices. Se ha hecho común que cada nuevo presidente estadounidense traiga lo que llamaríamos una "nueva agresión", pero en realidad es una agresión continua (la continuidad de la misma política). Analizar todo en términos coyunturales, centrándose solo en lo inmediato, sin profundizar en los fenómenos y procesos sociales y políticos, resulta muy perjudicial.
Tenemos una confrontación en América Latina que data de más de 200 años: la pugna entre el pensamiento monroista y el bolivariano. Estos dos siglos de historia han adquirido diversas modalidades. Hoy, con la administración Trump, surge una nueva variante, pero forma parte intrínseca de la historia de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos.
Desde una perspectiva más amplia, no dudo que exista una guerra comercial, pero repito: no creo que ese sea el fondo del problema. Es apenas una manifestación del mismo. No niego la existencia de dicha guerra, por supuesto que existe. Pero volveríamos a equivocarnos si nos aferráramos a la retórica estadounidense sobre la guerra comercial. Incluso aceptando que estamos ante un conflicto geopolítico, tampoco creo que ese sea el trasfondo real.
Lo que existe es una confrontación sistémica que engloba tanto el conflicto geopolítico como la guerra comercial.
RAYA: ¿Entonces no comparte las críticas que califican a Trump como irracional o impredecible?
Eso que dicen de que Trump es un loco, yo no lo creo. El problema de la política internacional no es psiquiátrico, es político. Desde la perspectiva de los intereses de Estados Unidos, Trump es quizás el presidente más cuerdo que ha tenido el país en los últimos 40 o 50 años. Es el único que ha reconocido y declarado públicamente la existencia de una crisis. Los demás la han eludido, pasando por alto sus efectos.
Y han podido hacerlo porque cuentan con la máquina de imprimir dólares, lo que les ha permitido ocultar la verdadera situación económica de Estados Unidos. Lo que Trump está haciendo no es solo intentar "hacer grande a Estados Unidos de nuevo", sino tratar de salvarlo y, con ello, salvar al capitalismo de una crisis que lleva décadas y que hasta ahora habían logrado disimular.
El asunto es que en su ataque a China, subestima o sobrestima sus propias capacidades, como es habitual en la arrogancia occidental, particularmente de Estados Unidos y Europa. Subestiman a los demás porque no los conocen y porque intentan imponer un análisis universal basado en valores y ciencia política occidentales. Aplicar ese marco a China solo conduce a errores. China se rige por otra filosofía política, otra ciencia política, otros valores y otra cultura. No hablamos de un país joven, sino de una civilización que ha existido de manera continua durante más de 5000 años.
Estamos ante una cultura, una historia y una filosofía muy sólidas, que en el siglo XX se fusionaron con el marxismo y construyeron una filosofía peculiar de liberación, válida solo para China. Ni siquiera los chinos pretenden exportarla, y quienes intenten importarla cometerán un error.
RAYA: Ya que entra al tema China, ¿cómo ve a ese país asiatico de cara a la ofensiva Trump?
Los chinos se vienen preparando desde el año 2019 para esta situación. Pero hay dos factores de debilidad que aún no han podido solventar. Uno es el déficit energético. China no tiene capacidades suficientes para cubrir sus necesidades energéticas y, en ese sentido, necesita recurrir al exterior. Esto lo está resolviendo de varias maneras, pero sigue existiendo un déficit.
Eso explica la conflictividad en las cercanías de los mares de China. A pesar de que ha construido grandes gasoductos desde Rusia y Asia Central —particularmente desde Turkmenistán—, sigue siendo deficitario, y ese déficit debe suplirse por vía marítima.
Por eso (EEUU) necesita que haya conflicto en el mar del Sur de China. Necesita incentivar que los conflictos limítrofes que mantiene con otros cuatro países se sostengan, no en términos de negociación o diálogo, sino en términos de conflicto.
El segundo elemento _ más fácil de resolver, entre comillas, porque depende de ellos mismos- tiene que ver con la industria de los chips. También eran deficitarios, pero han avanzado rápidamente desde que comenzaron las sanciones por parte de Estados Unidos.
Hay un análisis muy deficiente por parte de Estados Unidos sobre las repercusiones de esta guerra de aranceles con China. China tiene una economía planificada, centralizada y controlada por el Estado.
El modelo chino, a diferencia del que existía en la Unión Soviética, no elimina el mercado. Lo regula, lo controla, lo maneja y lo utiliza. Tiene la capacidad para desarrollarse, producir y generar en función de las necesidades e intereses del pueblo chino, que son también los intereses del Estado.
A diferencia de Occidente, donde todo se regula a partir de lo que Adam Smith llamó la “mano invisible del mercado”, en China no es así. Y eso les ha permitido tomar medidas desde 2019, sabiendo que era previsible que esta situación de crisis se presentara.
RAYA: ¿Es decir China va a resistir la tormenta del gobierno Trump?
Mira, te lo voy a responder con una frase reciente de un dirigente chino. Dijo: “Nosotros estamos aquí desde hace 5.000 años. Estados Unidos apenas tiene 250”. Nosotros hemos superado crisis en 5.000 años mucho más graves que esta, y aquí estamos. Esto es un accidente de trabajo.
Ellos fueron invadidos y ocupados. Primero por los mongoles, que dominaron China durante siete siglos. Después fueron ocupados por Occidente. Durante cien años los humillaron, los vilipendiaron, ocuparon sus ciudades y los llevaron a la esclavitud. Abrieron el mercado del opio y destruyeron su tejido social. Y lo superaron.
Hoy son la segunda potencia del mundo y están en condiciones de gran poder: económico, financiero, tecnológico, científico y militar. Entonces, en China no va a pasar nada. Absolutamente nada.
RAYA: ¿Y entonces cuál es el plan de Trump? ¿Qué cree que busca? Porque algunas medidas parecen incomprensibles, como imponer aranceles a territorios inhabitados o a aliados históricos.
Hay mucha estupidez, mucho desconocimiento, soberbia y prepotencia, pero eso no tiene nada que ver con la locura. Son cosas distintas. Hay un plan, por supuesto. Además, hay un sustento político e ideológico basado en el pensamiento de Henry Kissinger, que está muy presente en el accionar del gobierno de Estados Unidos.
Sí hay una actitud típicamente imperial: arrogancia, prepotencia, soberbia, egolatría. Todos esos factores están presentes. Y eso lleva a que muchas decisiones expresen más deseos que realidades. Incluso el plan elaborado a veces se desvía por la personalidad de Trump, que distorsiona los hechos.
¿Cuál es el objetivo primario de todo esto? Apoderarse del Estado en Estados Unidos y eliminar aquellas instituciones o funciones —incluso constitucionales— que limitan el incremento de las ganancias del 1%. Ese es el objetivo: incrementar las ganancias de los millonarios. Y eso es muy problemático. Por eso hay una crisis. Por eso el establishment se resiste: porque exacerbar esas ganancias atenta contra el fundamento principal del capitalismo, que es la competencia.
Lo que intenta hacer el establishment en Estados Unidos es salvar el capitalismo, salvar la competencia.
Trump dice: “Make America great again”, es decir, hacer a Estados Unidos grande de nuevo. ¿Cuándo fue grande? En el siglo XIX. ¿Por qué? Porque desarrolló la producción. Después de la guerra de secesión, inició un acelerado plan de industrialización que significó una gran producción de hierro, acero, vehículos, trenes, ferrocarriles, petróleo, minerales, etc. Eso permitió que, hacia la penúltima década del siglo XIX, se transformara en la primera potencia económica mundial. A eso quiere volver Trump.
El problema es que hoy la economía de Estados Unidos no es productiva, es especulativa. Por eso está enfrentado con Wall Street. Él quiere volver a una economía productiva. ¿Y cuál es la principal industria de Estados Unidos? La armamentística. Por eso necesita vender armamento. Lo curioso es que eso no significa que necesite guerras. ¿Por qué? Porque, según la lógica de Trump, una guerra que Estados Unidos tenga que financiar significa perder dinero. Incluso la existencia de 800 bases militares, 11 fuerzas de tarea de portaviones y más de un millón de soldados fuera del país representa un gasto.
Y Trump, ante todo, es un empresario.
RAYA: Pasemos a América Latina. Con todos estos cambios globales, ¿cómo ve a la región?
América Latina no existe como actor político internacional. Lo más avanzado que tenemos es la CELAC, y es cierto que en tiempos recientes el presidente López Obrador, la presidenta Xiomara Castro y ahora el presidente Petro han hecho esfuerzos encomiables por mantenerla a flote, pero la CELAC está muy debilitada.
América Latina es el continente más atrasado del planeta en materia de política e integración. Hoy en África hay al menos 15 conflictos armados activos, y aun así existe la Unión Africana. Se reúnen, negocian, hacen acuerdos, identifican intereses comunes. En Europa existe la Unión Europea. En Asia Occidental, la Liga Árabe. En Asia Oriental, la ASEAN. Y en la región euroasiática hay una vasta red de organizaciones y asociaciones que permiten el diálogo y la cooperación.
Incluso países con conflictos entre sí, como China e India, negocian y mantienen un comercio amplio. El presidente de China, por ejemplo, acaba de visitar Vietnam, pese a las disputas territoriales en los mares adyacentes entre China, Filipinas, Brunei, Malasia y Vietnam. Aun con conflictos latentes, existe la madurez política para sentarse a negociar sobre los puntos en los que hay coincidencias e intereses comunes.
Eso, en América Latina, no es posible.
América Latina es tan retrógrada que ha sido la única región del mundo que creó un organismo internacional —el Grupo de Lima— con el objetivo explícito de derrocar un gobierno (Venezuela). Eso nunca había ocurrido en la historia del multilateralismo y anula, incluso desde el punto de vista teórico, el sentido de crear organismos internacionales.
RAYA: Y sin ir tan lejos, en el reciente foro de los BRICS, fue Lula quien se opuso a que Venezuela ingresara.
Sí y mientras tanto, apoyó la entrada de un presidente desintegrador como Boric. La pregunta es hasta cuándo los BRICS van a seguir cediendo a los chantajes de Lula, que no solo afectan a Venezuela. Lula, en este espacio, no representa a América Latina, sino a Europa. Tiene como principal asesor a Celso Amorim, un operador alineado con intereses europeos. No es algo nuevo: las élites brasileñas llevan más de 200 años actuando así, y Lula no es la excepción.
En ese sentido, Estados Unidos, desde el inicio mismo de la confrontación fundacional de América Latina —es decir, la oposición entre el monroísmo planteado en 1823 y la propuesta bolivariana del Congreso de Panamá en 1824— ha estado presente como fuerza desintegradora. Esa tensión nunca se ha resuelto.
La historia de las relaciones internacionales latinoamericanas es, esencialmente, la historia del intento de integración frente a las fuerzas de la desintegración. Y esa integración, que tuvo un impulso importante a inicios del siglo XXI gracias a líderes como Chávez, Fidel Castro, Néstor Kirchner, Rafael Correa, Tabaré Vázquez, entre otros, fue saboteada desde dentro.
El gran aliado de Estados Unidos en esa estrategia desintegradora han sido las oligarquías locales. Mientras sigan gobernando nuestros países, será muy difícil avanzar hacia una verdadera integración latinoamericana. Y no se trata de convertir a Estados Unidos en un enemigo. Se trata simplemente de construir un bloque latinoamericano con peso propio, como lo tienen África, Asia, Europa o Medio Oriente.
Un bloque que participe con fuerza en el sistema internacional que está comenzando a emerger. Pero ese tipo de bloque no le conviene a Estados Unidos. Porque un bloque con peso puede negociar; uno fragmentado, no.
Y hoy, lo que vemos es un nuevo auge de esas fuerzas desintegradoras.
RAYA: Pero entonces, ¿cuál sería el modelo deseable para la región?
Lo que nosotros realmente necesitamos es impulsar la integración norte-sur. Necesitamos, por ejemplo, un gran tren centroamericano; mejorar de forma sustancial la ruta Panamericana; construir un gran gasoducto y un gran poliducto que conecten México con Centroamérica, Sudamérica y el Cono Sur. Tenemos los recursos necesarios para que no haya apagones en la región.
De hecho, el punto número uno de la propuesta del presidente Petro es precisamente ese: crear una red eléctrica integrada para toda América Latina. Y tenemos todas las condiciones para lograrlo: petróleo, gas, grandes obras hidroeléctricas. No debería faltar electricidad en ningún país de América Latina y el Caribe.
Tampoco debería haber hambre en nuestra región. Somos los mayores productores de trigo, de maíz, de carne. Contamos con tierras fértiles que producen todo tipo de frutas, verduras y vegetales. Entonces, ¿por qué tiene que haber latinoamericanos pasando hambre?
Porque las oligarquías así lo quieren y lo necesitan. Por eso, si me preguntas cuál es la tarea número uno, te respondo sin dudar: derrotar a nuestras oligarquías. Esa no es una tarea internacional, es una tarea interna. Solo cuando cumplamos esa tarea será posible avanzar.
RAYA: Desde ese objetivo, cómo ha visto el papel del gobierno Petro en Colombia.
Mira, hay algo que los presidentes llamados de izquierda deben entender —y muchos no lo entienden—: la alianza principal debe ser con el pueblo.
Yo hablo del síndrome de los vicepresidentes. El vicepresidente traicionó a Cristina Kirchner. El vicepresidente traicionó a Dilma. El vicepresidente traicionó a Correa. ¿Y quiénes eran esos vicepresidentes? Empresarios. Entonces, ¿por qué los eligieron? ¿Qué lógica hubo detrás de esa decisión? Para mí, es algo inexplicable.
Un ejemplo claro de este problema lo vemos en la política exterior del presidente Petro. Ha tenido tres cancilleres. El primero, Álvaro Leyva, ahora resulta que es un traidor. Pero si tú mismo lo nombraste, ¿cómo no ibas a saber quién era? Todo el mundo sabía qué tipo de figura era Leyva: un hombre conservador, no solo por su militancia partidista, sino por su formación de clase.
Luego, lo sacan del cargo —presionado por Estados Unidos— y en su lugar Petro nombra a un agente del Departamento de Estado norteamericano (Murillo), que ahora incluso suena como posible candidato presidencial, y parece que el propio Petro lo va a respaldar. Eso, sinceramente, es desconcertante.
Después de eso, nombra a una canciller novata, sin experiencia ni conocimiento alguno del campo diplomático. Nadie tiene claro a quién representa ni cuáles son sus intereses. Y quedó aún más evidente cuando convocó una reunión del Consejo Asesor de Relaciones Exteriores... y el propio presidente tuvo que desautorizarla públicamente. Esto revela que Petro no ha logrado controlar a ninguno de sus tres cancilleres. Entonces, ¿cómo se puede desarrollar una política exterior coherente así? Simplemente, no se puede.
En este caso, hay aspectos de la personalidad de Petro que, al menos para mí, resultan incomprensibles. Tal vez para ustedes, en Colombia, sí lo sean.
RAYA: No lo veo muy optimista con la política exterior del gobierno Petro en Colombia.
Yo creo que las propuestas que está llevando el presidente Petro a China son muy interesantes. No tengo ninguna duda de que él está convencido de la necesidad de integrarnos. Petro es profundamente integracionista porque es profundamente bolivariano.
Incluso acaba de plantear algo que apoyo completamente, y en lo que ayudaré en lo que pueda: la reconstrucción de la Colombia soñada por Bolívar. Eso sería extraordinario. Ahora bien, él menciona que ha tenido grandes dificultades… pero dime, ¿cuándo no ha habido dificultades? Tengo 68 años y no recuerdo un solo día sin dificultades. Quien asume estas luchas debe saber que las dificultades son parte del camino.
Si no estás dispuesto a enfrentar eso, mejor cómprate una máquina de helados y ponte a vender helado. Todo el mundo come helado y nadie te molestará por eso.
Pero si crees en la justicia, en la democracia, en la paz, en la dignidad humana, entonces tienes que saber que no tendrás un solo día de tranquilidad. Porque quienes hoy sostienen el poder no te lo van a entregar gratis. Se van a resistir y van a luchar.
Esa es una decisión personal. Y también es una decisión colectiva, de los pueblos. Yo no tengo ninguna duda de que el pueblo colombiano apoya mayoritariamente al presidente Petro. Aplastantemente. Lo que no entiendo es por qué él no se apoya en el pueblo. Eso, sinceramente, no lo comprendo.
No se puede hacer una transformación apoyado en la superestructura. No se puede construir poder desde figuras como Leyva, o como ese excanciller (Murillo) que claramente no representaba el proyecto. Aquí en Venezuela se cometen errores todos los días, sí. Pero hay algo que está claro: todos los días se le da más poder al pueblo. Y a las Fuerzas Armadas como parte del pueblo. Por eso no nos han podido sacar.Si me preguntas cuál es el secreto, es ese: un pueblo protagonista. Un pueblo con poder. No un pueblo objeto del Estado, sino sujeto de la transformación.