El panorama político para las elecciones locales en Bogotá ha quedado claro; sin la presencia de candidatas mujeres y con figuras políticas devenidas de su mayoría del Congreso de la República en años anteriores. La carrera por llegar al Palacio Liévano comienza. Aquí, los protagonistas y el ambiente con que inicia la contienda electoral de la capital.
Alejandro Chala
Analista político Revista RAYA
Sin claros favoritismos y en un escenario político enrarecido entre las promesas incumplidas, las expectativas derrumbadas y los errores en la gestión de la alcaldesa Claudia López, se ha abierto el panorama electoral en Bogotá para las elecciones locales que se realizarán en octubre de 2023. La mayoría de las candidaturas son novedosas, pero provenientes de la política nacional, siendo muy pocos candidatos independientes y, en su mayoría, son actores políticos con amplias trayectorias en el Congreso de la República. Sin un aire de renovación y en medio de una crisis de representatividad en los polos ideológicos, junto con una falta de opciones políticas sólidas, tanto programática como electoralmente, se presenta un escenario coyuntural donde los favoritismos estarán demarcados por la capacidad mediática que cada candidato posea, por encima de las discusiones técnicas o de los debates sobre las políticas públicas necesarias para la ciudad, y sin ganadores claros, habiendo un empate técnico entre Bolívar y Galán, y una leve ventaja de la candidatura de Oviedo, y con la mayoría de los candidatos por debajo del 10% de la intención de voto.
En cuanto a las tendencias, se puede esperar una contienda reñida entre Oviedo y Bolívar, con opciones para Galán, mientras Lara, Molano y Robledo luchan por obtener la suficiente cantidad de votos como para hacerlos importantes y necesarios en las negociaciones de apoyos en un eventual escenario de segunda vuelta en la ciudad. La centro-izquierda enfrenta el reto de consolidar un proyecto político más allá de Petro, atraer el voto joven de centro y mantener el de los sectores populares. Mientras que la centro-derecha, con el soporte de sus estructuras clientelares en las JAC y las JAL, pero alejándose del ruido que generan los partidos políticos, y enunciándose desde la independencia política, busca llegar con un programa mucho más técnico que consolide el proyecto que lanzó a Peñalosa en 2015, pero que no se concretó por los retrasos y el enfoque de aquel gobierno distrital por acabar con la mayoría de los programas impulsados por Petro en 2011.
Con un enfoque en temas de inseguridad, el futuro del metro de la ciudad, los problemas de movilidad y frente al legado que dejará Claudia López, las candidaturas comienzan a moverse para lograr consolidar suficientes apoyos frente al escenario novedoso de la segunda vuelta, que podría poner sobre los pequeños candidatos el peso de elegir entre los 3 favoritos que ahora mismo capitalizan más del 70% del voto en la ciudad.
La dicotomía entre lo técnico y lo político
Uno de los principales puntos donde va a girar el debate al interior de las elecciones en Bogotá será sobre si el aspecto técnico de la gestión pública es incidido o no por la política, tal cual como los programas de gobierno construidos por candidatos de centro-derecha (Oviedo, Galán) y los grandes medios de comunicación lo han propuesto, aun cuando en la realidad es una falsa dicotomía. El programa de Juan Daniel Oviedo, quien representa a un sector de la tecnocracia bogotana, se ha planteado por encima del debate ideológico, a partir de la idea de que la administración pública y los aspectos técnicos que devienen de ella son "neutrales" y ajenos al debate político. También estará presente el debate sobre la experiencia política necesaria para administrar la ciudad, pues la crítica que otras candidaturas han lanzado hacia su proyecto político ha partido de su breve paso por la burocracia estatal.
Oviedo, quien llegó a ser director del DANE de la mano de María del Rosario Guerra, en aquel momento senadora de la República por el Centro Democrático, lanzó su candidatura de la mano de su movimiento independiente “Con Toda por Bogotá” y ha logrado consolidar en su seno la mayor parte del voto de centro-derecha y derecha de la ciudad. Sin embargo, su distancia frente a los procesos políticos de la ciudad, sus críticas frente a la “experiencia” de vivir en Bosa para conocer de primera mano los problemas de los barrios periféricos de la ciudad y su relativa inexperiencia frente a su saber técnico como economista le han acarreado gran parte de la crítica de los sectores de centro y centroizquierda.
El retroceso de la derecha y los ecos de los estallidos sociales.
Los partidos de derecha en la ciudad recibieron duros golpes a nivel electoral en los últimos años. En 2019, la candidatura de Miguel Uribe, por el Centro Democrático, recibió solo 13,56% de los votos a la alcaldía, mientras que la lista al concejo de la ciudad recibió 9,08% de los votos (5 de 45 escaños) y la lista a las JAL del mismo partido recibió 7,86% de apoyos, llegando a obtener sólo 27 ediles de 184 en la ciudad, en su mayoría concentrados en Usaquén y Chapinero, Teusaquillo, Barrios Unidos y Suba. En el año 2022, el Centro Democrático obtuvo el 11,33% de los votos a Cámara de Representantes, lo que permitió que aquella colectividad pusiera 2 representantes, mientras que su candidato a la presidencia, Federico Gutiérrez, sólo obtuvo 19,24% de los votos.
Este retroceso, impulsado por la presencia de alternativas políticas de centro-derecha moderada y por la carencia de una lectura adecuada de las problemáticas locales, se profundiza con la candidatura de Diego Molano, quien fue ministro de defensa de Iván Duque durante el estallido social de 2021. Esto es importante porque el peso de la candidatura de Molano se desinfla ante la incidencia que sus acciones cómo ministro tuvieron en el recrudecimiento de la violencia durante aquel estallido, junto con los actos de violencia policial que sucedieron y por los que Molano jamás respondió, del mismo modo que las afectaciones que la violencia policial tuvo en las comunidades de las localidades del sur de la ciudad, donde se concentran los problemas de pobreza y desigualdad. Junto a ello, la candidatura de Molano ha sido marginal, mostrando un resultado muy por debajo del 5%, que no refleja la capacidad de convocatoria que tuvo junto con su partido, el Centro Democrático en 2015, cuando fue elegido concejal como cabeza de lista de aquel colectivo.
Carlos Fernando Galán y Rodrigo Lara: los delfines políticos.
Ambos representan a las grandes familias políticas de la ciudad. Lara, con un discurso socioliberal que se ha venido moderando desde 2014, y con una base electoral de 25,734 votantes con los que llegó en lista abierta al Senado en 2018. Galán, con un discurso mucho más cercano al proyecto político de Peñalosa (del cual fue partícipe en la campaña de 2015), y como uno de los herederos del legado político de su padre, Luis Carlos Galán, que obtuvo 1,022,362 votos (el 32,48%) en las pasadas elecciones a la alcaldía, cuadruplicando su votación cómo candidato en 2011, donde obtuvo 285,263 votos (el 12,71%), y partiendo de una base electoral de 49,523 votos en la ciudad, con los que obtuvo una curul en Senado en 2014.
Los dos provienen de Cambio Radical y son grandes electores en la ciudad, lo que implica que tras sus candidaturas existen fuertes redes políticas clientelares que mueven sus votos, especialmente tras Carlos Fernando Galán, que ha consolidado su red de intermediarios en el Concejo y en las JAL a través de las bases que aún conserva en Cambio Radical y del Partido Liberal, que es el mayor elector político de la ciudad —como partido—.
Es probable que la disputa en este sector político sea por robarle votos a Juan Daniel Oviedo. En la mayoría de las encuestas, Galán aparece tercero con un porcentaje de votos que le recorta a la mitad de lo que obtuvo en 2019; pero que lo pone en competencia directa por representar una opción para la centro-derecha moderada en la ciudad. Rodrigo Lara, por otra parte, no ha despegado, su candidatura no supera el límite del 4% en las encuestas, ni ha logrado convertirse en opción para sectores de centro, centroderecha y centroizquierda que no ven ni en Bolívar, ni en Galán ni en Robledo una opción.
La crisis al interior del Partido Alianza Verde
Sin candidatos a la alcaldía, al partido Verde solo le queda reforzarse en las estructuras políticas que ha construido en la mayoría de los barrios de la ciudad desde 2019. El partido Verde tiene 52 ediles, que conforman mayorías en todas las localidades de la ciudad (exceptuando Sumapaz) y posee la mayor bancada del concejo, con 12 de 45 escaños. Sin embargo, la división entre las tendencias de centroizquierda y centroderecha del verde, junto con la incapacidad de consolidar bases políticas (mismo problema del Pacto Histórico) le llevan a depender de alianzas con otras candidaturas para tener presencia en la ciudad.
Junto con ello, viene la disputa existencial de la Alianza Verde entre si plegarse hacia el Pacto Histórico y conformar un gobierno incómodo que defienda algunas de las políticas impulsadas por la alcaldía de Claudia López, o si lanzarse a apoyar a un candidato más distante del gobierno, cómo puede ser el caso de Jorge Enrique Robledo, mucho más cercano al bloque político de Claudia, y con el que existen coincidencias en su proyecto de ciudad.
Del mismo modo, el conflicto existencial de la Alianza Verde radica en si puede conservar los votos obtenidos en 2019 y conservar las mayorías en el Concejo y su presencia en las JAL. La tendencia viene en crecimiento desde 2011, cuando la Alianza Verde obtuvo 5 curules en el concejo y 24 ediles, y se ha consolidado desde 2015, cuando obtuvo 6 curules en el Concejo y 25 ediles en la ciudad.
La candidatura de Gustavo Bolívar y la crisis de representación dentro de la centroizquierda bogotana
La candidatura de Gustavo Bolívar a la alcaldía por el Pacto Histórico emergió en medio de ruidos y tensiones internas que han devenido, de una u otra forma, de una crisis para consolidar un proyecto político con bases y cuadros capaces de hacer un recambio en el futuro. Sin una línea de trabajo de formación en escenarios de administración alternativos que tiendan un puente entre lo técnico y las disputas políticas que la centroizquierda debe darse en la ciudad, no ha aparecido una línea de pensamiento clara más allá del programa de gobierno de Petro y de su figura. Sin aquella claridad teórica, gran parte del programa se establece en lugares comunes con ideas oscuras, fluctuantes y dependientes de las interpretaciones que indique Petro. Gustavo Bolívar es candidato en este caso porque su pragmatismo dentro de la centroizquierda hace que para un amplio sector de votantes no sea difícil ubicarse ideológicamente con él, lo que habla de la fragilidad en la unidad de la centroizquierda y la izquierda en estas elecciones, en la que algunos de los movimientos y bases sociales consideran que su figura es polarizante o revictimizante (como ciertos sectores feministas que consideran que Bolívar ha respaldado a personajes violentos y agresores, así mismo como ciertos colectivos barriales críticos con sus declaraciones a lo largo de los años) o donde es considerado como el principal defensor de las causas sociales que se organizaron alrededor del estallido social de 2019 y 2021 (como las primeras líneas y las resistencias organizadas en algunos barrios de la ciudad).
Con una campaña a la alcaldía que se mueve sobre el escenario mediático. Bolívar es candidato por los votos que puede impulsar dentro de una ciudad, que le recuerda por su lugar dentro del estallido social de 2021, mas no por su idea política de ciudad, que es gaseosa y no se articula con lo que otros sectores sociales desean (por más que señalen al público que sí), y que tiene debilidades técnicas y administrativas.
Con una base de 60 mil votos en Bogotá, que le llevaron a ser senador por la Lista de la Decencia en 2018, y con el soporte 440,591 (13,99%) de votos que obtuvo Hollman Morris en 2019, junto con los 188,804 votos que obtuvo la Lista de la Decencia en Bogotá (4 de 45 curules) y los 191,627 votos que obtuvo el Polo Democrático, además de una larga historia con el Movimiento Progresistas —que llevó a Gustavo Petro a ser alcalde de Bogotá en 2011—, Bolívar es el segundo candidato más opcionado en las encuestas y ha sido el llamado a recolectar el amplio apoyo que tiene el Pacto Histórico en la ciudad, donde lograron poner 7 representantes a la Cámara y una votación de 816,070 votos en 2022, y donde Petro tuvo en primera vuelta presidencial 1,769,671 votos.