El Porvenir, en la localidad de Bosa al suroccidente de Bogotá, carga la memoria de Camilo Sánchez y Camila Ospitia, dos jóvenes líderes asesinados en agosto de 2024 por la banda Los Patacones tras oponerse al microtráfico en su barrio. Un año después, su comunidad —conocida como El Bicho— sigue resistiendo con arte, semillas y memoria.
Por: Germán Ñáñez Lloreda
(@Nómada Blues Textos y fotografía)
El crimen y la memoria
El 15 de agosto de 2024 marcó un antes y un después para la comunidad del Bicho, colectivo integrado por más de 20 organizaciones de jóvenes artistas, activistas, ecologistas y deportistas que se reúnen en la plazoleta de la Universidad Distrital, sede El Porvenir. Esa noche, una balacera indiscriminada perpetrada por la banda de microtráfico conocida como Los Patacones cobró la vida de Camilo Sánchez y Camila Ospitia, dos jóvenes líderes cuya ausencia sigue marcando al barrio y desnudó la impunidad que rodea el control territorial.
Desde entonces, la plazoleta se convirtió en un espacio de memoria y de encuentro autogestionado. “Este lugar se volvió un espacio central de resistencia frente a una sociedad que nos lleva hacia el consumismo y el individualismo. Cuando nos reunimos en círculo nos hacemos más fuertes”, dice Daniela Pachón, de la compañía de circo Malacara.
El Bicho nació en el estallido social. Su símbolo: una estructura de bambú que se mueve de un lado a otro y se convierte en escenario itinerante. A su alrededor se levantan dos antenas: la polinizadora, refugio de enredaderas y aves migratorias; y la de la memoria, monumento para recordar a las víctimas.
Arte como resistencia
Nicole Sandinista, rapera y comunicadora social, creó el concepto de rap periodismo. “Trabajo desde los feminismos y las luchas barriales, articulando la comunicación como crítica, denuncia, homenaje y transformación. El rap periodismo es tejer palabras contra la guerra y el capitalismo de paraco, que se lleva vidas valiosas para la comunidad. Es una forma de hacer justicia y un homenaje a la gente que lucha”.
Sara Amatiz canta poemas con violín y guitarra eléctrica. “La memoria de los barrios es una manera de contraponerse al capitalismo. Saber de dónde venimos nos empapa de historia para no repetirla y nos permite seguir la lucha de quienes estuvieron antes”, afirma.
La huerta bajo amenaza
En la plazoleta funciona también una huerta comunitaria que rescata semillas nativas. A pesar de su carácter de paz y convivencia, ha sufrido ataques. “Anoche hicimos una minga y hoy nos levantamos con la huerta zapateada, partieron árboles y se llevaron cosas. Es un mensaje de que los problemas de seguridad siguen latentes”, denuncia Sebastián Moreno, de la Huerta Chizas.
Aunque en junio de 2025 capturaron a varios integrantes de Los Patacones, la comunidad sigue sintiéndose insegura. “Cuando encuentras una olla en el espacio público, encuentras violencia y hostilidad. Si no fuera por la huerta, el break dance, el ping pong o las hamburguesas al parque, este espacio no existiría. Aquí resistimos y Camilo y Camila siguen presentes con nosotros”, dice Renberg, de Golpe de Barrio.
Responsabilidad del Estado
La Coordinadora de Derechos Sociales responsabilizó también al Estado por su omisión. Tras años de denuncias sin respuesta, solo se actuó después del crimen. El silencio del alcalde Carlos Fernando Galán ha sido especialmente cuestionado.
“Sí hay 12 o 15 presos, pero los dueños de las líneas siguen. ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde la reparación? Por eso podrán pasar dos, diez o treinta años y seguiremos reuniéndonos en memoria de Camila y Camilo, que nos enseñaron que la música anima la vida y que la semilla, por dura que sea, siempre da fruto”, concluye Sebastián Moreno.