Por: Jaizareama Gerardo Jumi Tapias
Hoy Colombia se emociona por los triunfos de la selección sin darse cuenta que está celebrando la diversidad étnica de nuestro país. Los pueblos indígenas celebramos que un jugador de origen Wayúu, nacido de las entrañas de los territorios ancestrales en Barrancas-Guajira, nos alegre con sus jugadas y sus goles. Nos llena de orgullo que sea hijo de la Copa de Fútbol Indígena de Colombia de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), un esfuerzo que hicimos los pueblos para que los jóvenes de nuestros territorios pudieran mostrar sus capacidades y expresaran la pasión que sienten por esos deportes. Solo una vez se realizó y fue suficiente para dar con un resultado que alegra a todo el país: descubrir a Luis Díaz.
En los pueblos del Abya Yala el fútbol no es extraño ni es importado. Los juegos en general hacen parte de nuestras culturas, nos permiten desde niños mejorar nuestras capacidades físicas; conocer las potencialidades en favor de la comunidad de cada persona, unos son más ágiles, otros más fuertes, unos son astutos y otros más líderes. Los juegos hacen parte de las ritualidades con que nos conectamos con la madre tierra y de esta forma nos encontramos comunitariamente y aprendemos a defenderlas.
Se dice que el deporte más antiguo (el abuelo del fútbol) del que tenga registro la humanidad es el Pitz, así le llamaban los mayas. En un campo se jugaba a mantener una pelota de caucho, generalmente, en movimiento de un lado a otro con ayuda del cuerpo. Algunos antropólogos afirman que se jugaba desde 3200 años antes del encontronazo con los españoles. La idea es que esa pelota no podía parar pues representaba al sol y servía incluso para dirimir conflictos entre pueblos y comunidades, según quienes no podían mantener su movimiento. Hoy, como hace siglos vemos, a la pelota como un sol y a un descendiente de nuestras comunidades dándonos alegría a tal punto que muchos de nuestros conflictos cesan. La gente no sabe, pero este partido de fútbol, esta final, puede ser el único momento en que muchos hombres armados en nuestro país se sientan y dejan de matar o desplazar a la gente que vive en los campos. Es el sosiego de muchas comunidades.
El deporte, en especial el fútbol, representa una alegría inmensa para nosotros. Durante todo el año las comunidades indígenas organizamos encuentros, en los que, además de tomar decisiones en torno a la salud, la educación, lo organizativo y lo cultural, también nos reunimos para practicar juegos ancestrales de flechas o cerbatanas, de nado, de pesca o caza, de maratón y para organizar torneos de fútbol, con selecciones masculinas y femeninas de las comunidades.
El deporte, además de alegría nos trae unidad. En esos territorios alejados, los pueblos construyen con mucho esfuerzo explanadas a los que les siembran pastos rústicos y arcos en madera, con empeño reunimos más recursos para que alguien vaya a pueblos y ciudades y compre uniformes. No saben que muchas veces tenemos que usar nuestros conocimientos porque a veces la pelota cae en terraplenes o abismos donde nos encontramos alguna serpiente o víbora al lado de la pelota y la comunidad se reúne a reírse a ver como alguien la recupera.
Hace unos años, Ecopetrol organizó una maratón en un sitio alejado de Colombia. Mucha gente del pueblo y otros venidos desde las ciudades se prepararon durante meses, compraron sus mejores tenis, la ropa de última tecnología y se veía todas las madrugadas practicar para ganar el jugoso premio. Justo el día que se realizó esta maratón, era típico de unas comunidades bajar a hacer compras, entonces en medio de bromas entusiasmaron a unos compañeros a participar. Ellos descalzos o en botas de plástico baratas y desgastadas en el andar, lo hicieron y, adivinen: ganaron la competencia tanto en hombres como en mujeres, casi sin mostrar esfuerzo.
Uno ve en televisión esas competencias de arcos con tanta parsimonia y piensa si estos profesionales tendrán la misma destreza con que nosotros salimos con nuestros arcos de macana y flechas de caña a cazar esos diestros y apetecidos animales en las selvas, montañas, desiertos y llanos de nuestros territorios indígenas.
Solo hemos podido organizar un torneo nacional, apoyados por el Pibe Valderrama, pues es costoso trasladar equipos de muchachos y muchachas desde los territorios que son de difícil acceso. En ese momento no tuvimos apoyo del Estado. La Federación Colombiana de Fútbol (FCF) no nos apoyó, ni nos prestó el logo, ni su bandera.
Si el gobierno mirara la potencialidad que tienen nuestros jóvenes indígenas e invirtiera para que por fin participen en competencias profesionales muchos Luis Díaz surgirían y para muchos otros deportes. Esa inversión también es para lograr unidad entre las gentes de Colombia, pues como ahora, vemos que trae alegría y hace un llamado a quienes viven de la violencia para que bajen sus armas. ¡Queremos este día y los demás días sin amenaza, sin asesinato, y sin masacres, y reclutamientos! Si hicieran esto, en verdad, sería el mejor gol de la selección en la Copa América.