Por: Óscar David Montero De La Rosa
“Ahora sí son indios, ahora sí quieren usar manta, ahora son más indios que los propios indios”. Estas son expresiones comunes en los territorios de los Pueblos Indígenas en donde la discriminación sigue siendo esa expresión que nos sigue condenando al anonimato y al mismo olvido cultural.
La discriminación interna dentro de los Pueblos Indígenas es una problemática real y común. Se discrimina por diversos motivos, ya sea por hablar o no el idioma materno, por vestir o no el atuendo tradicional, por residir o no en el territorio ancestral, o incluso por llevar o no un apellido indígena. También se discrimina por motivos relacionados con el color de piel o la expresión de la diversidad sexual. Estas formas de discriminación no solo afectan la unidad de los pueblos, sino que son un mal que olvida el origen, lo niega. Un mal que no aporta en nada a los procesos propios.
La discriminación interna es muy fuerte porque debes luchar con tú misma gente para que se te acepte y respete. Esa batalla implica confrontar prejuicios arraigados y trabajar para educar y sensibilizar a los propios miembros del pueblo. Desafiar la noción esencialista de lo que significa ser tradicional y reconocer que la cultura es dinámica y diversa.
La discriminación mata, la discriminación desplaza y la discriminación confina. Es una práctica que restringe al ser humano para transitar libremente en el territorio, en la cultura y en las dinámicas propias de los procesos de las comunidades.
Hoy debemos seguir repensándonos al interior de los Pueblos Indígenas el mandatar para acabar con la discriminación interna, suficiente es con combatir la discriminación externa, para tener que hacerlo entre nosotros mismos.
Sea este el momento para hacer el llamado a que, en medio de la diferencia, de la diversidad, se revitalice y fortalezca la cultura. Desde la palabra dulce, desde la buena palabra que aconseja, desde el respeto y el amor; desde abrir el corazón para enseñar y compartir lo que el otro ha perdido o ha olvidado.
Esto nos lleva a mirarnos hacia adentro como personas, comunidad y organizaciones para evaluar nuestras acciones al momento de relacionarnos con los otros; porque no podemos exigir que no nos discriminen, si nosotros de igual manera lo hacemos al interior con nuestra gente o al exterior con otros. Si bien no podemos generalizar, si es necesario insistir en que este tipo de prácticas se erradiquen de nuestros pensamientos.
Erradicar todas las formas de discriminación en sus diferentes manifestaciones es contribuir a la Paz territorial de Colombia, es poder realmente reconocernos en medio de las diferencias y la diversidad.
Estamos llamados al respeto y reconocimiento del otro en su propia diferencia y diversidad. Estamos llamados igualmente a respetar la autodeterminación individual y colectiva. Y a entender que nuestras culturas son dinámicas, y que lo importante es no perder realmente el pensamiento y la espiritualidad indígena.
pero la discriminación interna o externa es un acto cobarde de quien lo hace y se debe denunciar para erradicar. El no hacer la renuncia, es seguir permitiendo que esta práctica se siga reproduciendo, en contra de nuestras propias vidas.
Tenemos que dejar atrás la idea esencialista que han planteado algunos estudios antropológicos, pero igualmente algunos pueblos y organizaciones. Hoy somos pueblos en movimiento, culturas dinámicas y personas que transitamos por diversos mundos y espacios, en donde lo importante es seguir siendo desde el corazón. Y no desde lo que se nos imponga o diga.
Merecemos vivir sin ningún tipo de violencias, merecemos ser felices como somos, como nos sentimos y como nos expresamos. ¡Vivir sin violencias es poder vivir en armonía!