Por: Óscar Montero De La Rosa
Existen más de 200 pueblos indígenas alrededor del mundo que se encuentran en aislamiento voluntario del resto de la humanidad y se ubican principalmente en las zonas más inhóspitas y áridas del planeta, siendo ellos los únicos habitantes de estas tierras por siglos. La mayoría se encuentran en Australia (Oceanía) y la Amazonía (Abya Yala o América), puntualmente en las selvas del Perú, Brasil y Colombia, donde conservan costumbres propias de su cultura, y tomaron esta decisión como forma de autoprotección y supervivencia.
Estos 200 pueblos indígenas, que tomaron el aislamiento voluntario y el contacto inicial como forma de vida autónoma, están en riesgo, acechados por las madereras, las hidroeléctricas, las mineras y los colonos que cada día se acercan más a sus territorios de vida. Hoy no basta con recordar su importancia y existencia si esto no va de la mano de acciones conjuntas para salvaguardar su pervivencia.
En Colombia, se estima que puede haber entre 14 a 16 pueblos indígenas en esta condición, de los cuales los más conocidos son los Yuri y los Passé, que habitan la zona selvática de Tarapacá, en el Amazonas, considerados todos pueblos nómadas y seminómadas, “protegidos” por el decreto 1232 de 2018. Un ejemplo es el contacto inicial a finales de los 80 con uno de los últimos pueblos nómadas, los Nukak, hoy condenados al exterminio físico y cultural. En el contacto inicial se estimaban en más de 1500 miembros; hoy, 40 años después, se estiman en 600 Nukak que viven la desidia y el olvido del Estado, desterrados de la selva que los vio nacer y crecer.
Estos pueblos requieren de la atención integral del Estado, y no solo en salud o educación; sino en respetar su vida y proteger el territorio ancestral de manos depredadoras que ven en la selva y la tierra una fuente económica. Por ejemplo, proteger el Chibiriquete en Colombia es poder proteger la vida de estos pueblos que viven en su mundo natural.
Tanto en Oceanía como en la Amazonia, los hijos de la selva merecen y tienen el derecho a vivir en armonía con su entorno. El mundo sólo debe respetar su decisión de vivir aislados del resto de la humanidad, situación que no los hace menos seres humanos que el resto.
Que la espesura de la selva cuide de ellos, que la magia de su entorno los esconda cada vez que el “hombre civilizado” esté cerca; solo así, en su mundo espiritual, podrán seguir sobreviviendo en una humanidad “moderna” que cree ser la única viviendo actualmente en la Tierra.
Hagamos todo lo posible para que los Yuri, los Passé y los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario en el mundo no vivan lo que han vivido el Pueblo Nukak, que su vida siga en las selvas y los ríos como ellos mismos han decidido.