Por: Andrés Gómez O.
Hace un mes se hizo público el informe de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) que cuantifica las reservas de petróleo y gas del país, a 31 de diciembre de 2023. Este análisis cobra gran vigencia con la presentación del plan de abastecimiento de gas fósil de Ecopetrol, en el que se habla de su importación desde Venezuela, ante el proyectado déficit del 8% de la demanda nacional para 2025. Según la ANH, las reservas de gas fósil del país continúan en declive, mientras la incorporación por nuevos descubrimientos, es pírrica. Según el informe, las reservas probadas a 2022 sumaban 2817 giga pies cúbicos de gas fósil (Gpc) y durante el 2023, se extrajeron 386 giga pies cúbicos (Gpc). Es importante entender que la forma tradicional de reposición del consumo son los nuevos descubrimientos; en 2023, estos sumaron 30 Gpc (menos del 8% del gas fósil explotado). Las principales vías de aumento de reservas en 2023, así como en los últimos años, fueron ajustes por revisiones técnicas, factores económicos como la revisión del precio a nivel internacional, pero no la exploración que condujera a nuevos descubrimientos. Las reservas, al último día de 2023, alcanzarían solamente para 6,1 años de consumo.
La hoja de ruta presentada por Ecopetrol establece una medida necesaria: buscar a corto plazo la importación mediante el gasoducto de Venezuela. Sin embargo, en el mediano plazo, se insiste en ampliar la expansión de la extracción de gas fósil a yacimientos en aguas ultraprofundas del Caribe. Este plan carece de una lectura del contexto histórico y político actual, marcado por la crisis climática, y su influencia en el futuro de la explotación de hidrocarburos. Según Roa, Ecopetrol espera que se incorporen reservas provenientes de la provincia gasífera del Caribe offshore, además de duplicar sus inversiones en el “upstream” en los próximos cinco años. Los publicitados descubrimientos de Uchuva y Gorgon, la mal llamada provincia gasífera, presentan un enorme riesgo para las finanzas de Ecopetrol y del país. Estos prospectos almacenan gas fósil en profundidades muy diferentes a las someras de Chuchupa, campo que originó la expansión, a finales de los 70, del gas fósil en el país. Como explicaba en una columna anterior, la profundidad del lecho marino para Uchuva 1 y Gorgon 1 (830 m. y 2316 m.) es una restricción técnica y económica comparado con lo que fueron los pozos de Chuchupa (Chuchupa 1, por ejemplo, a 46 m.).
El mismo Banco Interamericano de Desarrollo insiste en el peligro de continuar la expansión del gas fósil en su informe “Falsas expectativas: reservas de gas natural varadas y sus ingresos fiscales asociados en América Latina y el Caribe”. Los autores explican que la transición energética mundial, impulsada por las metas del Acuerdo de París y por el cambio tecnológico, crea incertidumbre sobre la futura demanda, y, por consiguiente, los precios. Así, nuevos proyectos de gas fósil, y más aún en condiciones como las de Uchuva y Gorgon, se consideran activos expuestos al riesgo de la transición, lo que significa que podrían volverse no extraíbles o quedar varados durante la transición energética. El BID valora, además, el problema de competitividad que tendrían estos proyectos, relacionada con los altísimos costos de extracción de las reservas remanentes en Latinoamérica, frente a campos en otras regiones del mundo con condiciones más favorables. En el caso colombiano, la evidencia geológica nos indica que no contamos con reservas importantes, a precios competitivos. De acuerdo al reporte estadístico de la British Petroleum, tenemos menos del 0,05 % de las reservas de gas fósil del mundo, mientras Venezuela, por ejemplo, posee el 3,3 %, ¡66 veces más!.
Colombia está hoy a la vanguardia del escenario climático internacional, por sus acciones claras frente a la crisis que buscan una salida planeada de los fósiles. Lo ha demostrado al acercarse a la Alianza Más allá del petróleo y el gas (BOGA, por sus siglas en inglés) y con su liderazgo activo en el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles. Este protagonismo global debe ratificarse en el ámbito nacional, acelerando la salida del gas fósil de la matriz energética, y no perpetuándolo. Como observa el IISD en su informe sobre la situación del gas fósil en el sur global, nuevos proyectos de explotación son una gran equivocación: para la mayoría de sus usos hay alternativas renovables más baratas. Para la generación eléctrica, las fuentes renovables con baterías tienen costos menores; para el sector residencial, las cocinas de inducción y los calentadores solares presentan grandes ventajas; el sector industrial podría implementar aprovechamientos solares térmicos. Para usos imprescindibles del gas fósil, los de más difícil reemplazo, la vida de las reservas actuales se prolongaría por muchos años, sin la necesidad de nuevos proyectos. Es imprescindible que el gobierno nacional analice argumentos diversos y se logre desmarcar de los intereses del lobby fósil.