Por: Edna Martínez
El 2 de agosto se conmemora en Europa a las víctimas y sobrevivientes del genocidio cometido contra la población Sinti y Roma “Gitanos” en este continente. Se calcula que más de medio millón de personas de este grupo étnico sufrieron bajo los regímenes fascista y racista que se instalaron en Europa orientados por el Tercer Reich y los Nazis desde Alemania. Las cifras oficiales indican que la noche del 2 de agosto 1944, más de cuatro mil personas, entre bebés, niños, mujeres, hombres y ancianos fueron transportados al campo de concentración en Auschwitz-Birkenau (Polonia) y asesinados en la cámara de gas.
Pero solamente hasta el año 1992, gracias a la presión de la comunidad Sinti y Roma, el gobierno alemán les reconoció como víctimas del Nacional Socialismo, y en 2012 se inauguró un memorial al genocidio y a la resistencia de estos pueblos contra el Nazismo. Este memorial está ubicado en el centro de la ciudad muy cerca del memorial construido para honorar y conmemorar seis millones de personas judías víctimas del Holocausto.
Este año, al lado de los actos protocolarios y oficiales del gobierno de Alemania pidiendo perdón por los crímenes cometidos contra la comunidad Sinti y Roma, un grupo de organizaciones se convocaron a las afueras del memorial protestando porque la empresa de trenes alemanes “Deutsche Bahn”, con el beneplácito del gobierno planea destruir una parte del memorial para ampliar una línea del tren subterráneo.
Hay que señalar que durante el régimen nacional socialista la empresa de trenes alemanes, en ese entonces “Die Deutsche Reichsbahn”, fue encargada y recibió jugosos contratos para transportar personas a los campos de concentración y exterminio. Eso indica, como se ha documentado que la empresa de trenes de Alemania, hoy en día “Deutsche Bahn” (DB) tuvo responsabilidad directa y se benefició financieramente del trabajo forzado y del asesinato de millones de personas, entre judíos, Sinti-Roma, comunistas, socialistas, personas con discapacidad, homosexuales, lesbianas, y todos aquellos que el régimen fascista considerara indeseables.
Hoy, los pocos sobrevivientes del genocidio, sus descendientes, la comunidad Sinti y Roma y todos los que nos negamos a olvidar lo que significó el Nacional Socialismo vemos con horror la idea de que se quiera alterar este monumento. Pero las intenciones de la empresa de trenes no son casuales, sino que se cimientan en una política de memoria selectiva e instrumental que se está afianzando en Alemania.
Entonces mientras por un lado Alemania justifica su apoyo a Israel a pesar de las crecientes críticas internacionales y de la sentencia de la Corte Internacional sobre la ilegalidad de las operaciones israelíes en Palestina, en su responsabilidad por el Holocausto, al mismo tiempo considera que una línea de metro es más importante que el memorial para recordar la responsabilidad de esta sociedad en el asesinato de cientos de miles de personas de Sinti y Roma.
Pero este no sería el primer caso de memoria selectiva hecho por Alemania con relación a su historial de genocidios y masacres. Atención particular merece el genocidio cometido contra los pueblos Herero und Nama entre 1904 y 1908, durante la ocupación colonialista alemana en lo que hoy es Namibia en África. En este periodo, según datos oficiales, fueron asesinadas más de cien mil personas, usando técnicas similares a las del Nacional Socialismo (campos de concentración, torturas, trabajos forzados), considerándose éste el primer genocidio en el siglo XX, pero fue sólo hasta el año 2023 Alemania reconoció su responsabilidad.
El adagio popular reza “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. En un país donde la extrema derecha gana cada vez más presencia parlamentaria, más participación mediática y respaldo social, no hay que saber leer el futuro para pronosticar que los costos para la humanidad entera serán enormes si Alemania continua con su política de olvido o mejor dicho, de memoria selectiva.