Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Se habla mucho del daño del comunismo y de las izquierdas por los autoritarismos del pasado que, en determinados casos fueron condenados por la propia militancia. Por esta historia amañada que desconoce los grandes avances sociales que han supuesto las corrientes de izquierda, en Colombia ha prevalecido una cultura hegemónica neoliberal acompañada de un sesgo antisindical, progresista y de derechos humanos. Desde el 7 de agosto de 2022, esa ofensiva parece envalentonada. Periodistas que, por supuesto, no han estudiado historia de la Segunda Guerra Mundial, han sugerido que el comunismo debe estar proscrito, con efectos sobre la estigmatización que pocos se atreven a denunciar.
En cada debate reciente sobre las reformas han resurgido los dogmas sin fundamento sobre la necesidad de desregularizar, privatizar y promover el darwinismo social, es decir, sálvese quien pueda y sólo sobrevivan unos pocos. La motivación para encarar los debates de buena parte de un establecimiento desconectado de la realidad es una: defender los privilegios de clase. Enhorabuena la presencia en Colombia de la economista y profesora Mariana Mazzucato referente de heterodoxia y liberalismo progresista a quien, por cierto, La Silla Vacía calumnió sin su respectiva consulta previa o rectificación, muestra del sesgo antiprogresista omnipresente.
En entrevista con el sistema de medios públicos (RTVC), Mazzucato habló de los mitos que existen sobre el Estado y que han permitido al neoliberalismo desregular a expensas de los más vulnerables. En esta columna rescato tres ideas que complejizan la relación público-privada, la adaptación al medio ambiente y la creación de valor para generar bienestar. Para alcanzar un grado de desarrollo no sólo sostenible sino equitativo se debe superar el neoliberalismo. Por insistir en ese carácter sostenible a veces se pasa por alto la inclusión social.
Mazzucato ha deshecho el mito de que el sector privado es más eficiente que el público, pues buena parte de los grandes avances que han mejorado la calidad de vida en estos tiempos han sido producto de la financiación y experticia del sector público (fármacos, pantallas táctiles, sistemas de georreferenciación y airbags, entre otros). El sector privado no tiene el monopolio de la innovación, es más, necesita al sector público. La separación público-privada es artificial y ha sido ensanchada a la fuerza por el neoliberalismo interesado en declarar la guerra al Estado.
El cambio climático requiere de una conciencia sobre la necesidad de hacer compatible la agricultura y la industria con la biodiversidad. De allí la necesidad de analizar lo que Mazzucato llama la economía o gobernanza del agua para que la prioridad de este tipo de recursos sea el cubrimiento de necesidades de los ciudadanos y no el beneficio de grandes empresas como ocurre en buena parte del mundo. Para la muestra el debate que se ha generado en Colombia con la entrega de las fuentes de agua a multinacionales embotelladoras. Doble defecto, exclusión social y degradación del medio ambiente. Esta gobernanza verde requiere que los actores locales sean tenidos en cuenta y que sus derechos no puedan estar por debajo de las ambiciones desmedidas.
Por último, es clave la generación de valor aprovechando la experticia del Estado y de sus funcionarios. En algunos sectores los privados parecen no tener incentivos para llegar a los más pobres, por lo que se hace necesario un sector público fortalecido de manera que no se terminen mercantilizando los derechos. El Estado no sólo debe intervenir para corregir fallas en el mercado, crear mercados y garantizar el acceso a la información, universalizar las pensiones, ofrecer servicios por ejemplo para el desplazamiento aérea frente a los abusos desmedidos de los oligopolios, prestar los servicios públicos siempre pensando en un enfoque diferenciado para proteger a los más vulnerables y, por supuesto, para invertir en sectores de la economía que generen productividad y no estén basados en la especulación. Mazzucato demuestra cómo buena parte del sector financiero internacional reinvierte sus ganancias en sus propias empresas. Resultado, la riqueza jamás se democratiza. La economista hizo algo que los ministros de hacienda que se la pasan pontificando jamás han hecho -a menos de que sea como propósitos electoreros-, visitó los sectores más populares de Cali, habló directamente con la ciudadanía para conocer de primera mano las iniciativas de gobernanza que vienen “desde abajo”. Mazzucato nos recuerda la necesidad de una economía conectada con lo popular y la necesidad apremiante por derrotar un neoliberalismo que sigue fracasando estruendosamente.