Por: Jaime Araujo Rentería
A raíz de la próxima elección de procurador, distintos periodistas han alertado sobre el peligro de que ese organismo de control quede en manos de politiqueros, que probablemente, lo utilicen para absolver a sus amigos y perseguir a sus enemigos políticos. Este peligro existe, y también existe otro más grave aún, que quede en manos de agentes de los grupos económicos, que no defienden el interés general, como debe hacerlo el procurador, sino intereses particulares.
Todos los días vemos y oímos en nuestros medios de comunicación, las quejas de los representantes de los gremios (Andi, Fenalco, Fedegan, etc.) contra el gobierno y sus proyectos de reformas. La estrategia fundamental consiste en presentar sus intereses particulares, como si fueran los intereses de todos nosotros los colombianos o nuestro bien común.
Para salir de esta equivocación y del fraude que quieren hacernos, es necesario detenernos en algunos conceptos jurídico-políticos, como soberanía, poder constituyente, poder político y grupos de presión o de interés y tener claro que el estado social de derecho debe defender el interés general y no intereses individuales o privados.
La pregunta de quién tiene el poder constituyente, implica primero tener claro quien tiene la soberanía ya que el poder Constituyente no es más que un atributo o manifestación de esta, como lo descubrieron los revolucionarios franceses.
Preguntarse por el soberano es inquirir por el sujeto titular del poder político. Si el gobernante o el gobernado; en el estado moderno, que es el estado democrático, el sujeto titular del poder político es el gobernado o " El pueblo”.
Soberanía
Este concepto está vinculado al de poder político y en su acepción más precisa, sirve para el primer poder de mando en una organización política; la soberanía es el máximo poder político.
Antecedentes históricos de los grupos de presión o interés
La burguesía liberal se enfrentó a un sistema feudal, organizado alrededor de intereses particulares. Cada estamento o grupo, tenía un interés jurídicamente protegido, distinto a los otros grupos. El régimen feudal puede ser definido como la organización de los intereses particulares.
La clase burguesa reaccionó contra esa proliferación de intereses y en su pretensión hegemónica trató de hacer primar su "interés general" sobre el interés particular.
Ya Jean-Jacques Rousseau, en el contrato social, había percibido cómo la voluntad general (o el interés general), podía ser suplantada por la voluntad particular (el interés particular) y propuso para evitarlo dos soluciones: o la supresión de estos intereses, o la proliferación de ellos, para que unos contrapesaran a los otros; de esta manera, se equilibrarían y volvía a primar el interés o voluntad general.
Emmanuel-Davide Sieyès tampoco pasó desapercibida la existencia de los grupos de presión. "Distingamos en el corazón de los hombres tres clases de intereses: uno, aquel que les asemeja y agrupa, y que es precisamente el que nos da la justa medida del interés común; dos, aquel mediante el cual un individuo se alía con algunos otros solamente y es el llamado interés de cuerpo; y tres, aquel mediante el cual cada individuo se aísla, no pensando más que en sí mismo y este es el interés personal. El interés mediante el cual un hombre se pone de acuerdo con todos sus coasociados es, evidentemente, el objeto de la voluntad de todos y el de la asamblea común. La influencia del interés personal debe ser nula. La gran dificultad se presenta cuando surge el interés mediante el cual un individuo se identifica solamente con algunos otros. Ello permite concertarse y aislarse, y por ese lado se combinan los proyectos peligrosos para la comunidad. Así se forman los enemigos públicos más temibles. La historia está llena de esta verdad.”
Sieyès proponía prohibir las corporaciones para asegurar que el interés común dominase a los intereses particulares. Quería que el representante, representase a toda la comunidad, al interés general.
Transformación de los grupos de interés, y partidos políticos
Los grupos de interés se convierten en grupos de presión cuando empiezan a apremiar al poder político para que adopte decisiones políticas que les favorecen. La injerencia de las asociaciones en las decisiones políticas del estado, es lo que convierte a los grupos de interés en grupos de presión.
Influencia de los grupos de presión y métodos
Los grupos de presión tratan de ejercer influencia sobre las tres ramas del poder público y en la opinión pública.
Donde primero empezaron a actuar, fue en la rama legislativa, tratando que los congresistas dictasen leyes que les favorecían o que no aprobasen las que les perjudicaban; para ello, colocaban a representantes del grupo en los propios pasillos del congreso (lobbies).
Luego, tratan de elegir representantes suyos en el propio congreso y en los partidos políticos. Hacen contribuciones a cambio de escaños en el Congreso, o de que el partido defienda sus intereses.
A medida que se va produciendo un fortalecimiento de la rama ejecutiva, se va trasladando, hacia ella, la presión de los grupos. Ellos buscan colocar a sus agentes, en la dirección del poder ejecutivo (ministros, gerentes de institutos, etc.).
Tratan también de obtener influencia en la rama jurisdiccional, sobre todo, a través de los medios masivos de comunicación, bien sea colocando agentes suyos en esas corporaciones, o buscando que los jueces les elijan a sus candidatos. Valiéndose de los medios de comunicación que tienen en su poder, tratan de manipular la opinión pública.
Los medios que utilizan los grupos de presión en su actividad de ganar influencia son legales e ilegales y van desde el uso de la radio, la prensa, la televisión, etc., hasta el soborno, el chantaje y el asesinato.
Actitud del estado ante los grupos de interés
La actitud del Estado ante los grupos de interés no es siempre la misma, a algunos los reprime y a otros los protege. A unos, por ejemplo, les entrega funciones públicas para que ellos las administren; este es el caso de las cámaras de comercio, los bancos centrales en muchos países y los sindicatos.
Otras veces, el Estado no solo les entrega funciones estatales, sino que identifica el interés del Estado con el interés de los grupos de presión monopólicos.
Manantial y formas de la representación corporativa y el fascismo
La tendencia a darle participación política, a los grupos de interés, ha sido propugnada por la derecha. Cuando el sufragio era restringido y solo participaba en la vida política de la sociedad la clase burguesa, no existían en los órganos de representación política conflictos políticos irresolubles ni conflictos existenciales entre los miembros del parlamento. En un parlamento homogéneo, social e ideológicamente, era fácil adoptar decisiones políticas.
Esta nueva situación lleva a los adalides de la derecha, como Burke, a predicar el desprestigio de los parlamentos y de los partidos políticos y a proponer su reorganización, sin tener en cuenta los partidos, sino los gremios.
La derecha propone reorganizar toda la sociedad, teniendo como fundamento no el sufragio universal, sino los intereses económicos. La máxima expresión de esta ideología es el Estado corporativo, fórmula del fascismo.
Podemos señalar que las formas ideadas, para darle representación a los grupos de interés, han sido:
1) Crear partidos de los intereses económicos que tengan representación en el parlamento.
2) Propuesta de crear dos cámaras, una de representación popular y otra de representación gremial.
3) Dividir la función legislativa en una rama política y otra económica, para entregar la legislación no económica a una cámara de representación popular y la económica a otra cámara de representación gremial.
4) Complementar el parlamento político con un consejo económico, donde estén representados los grupos de interés económico con injerencia legislativa.
5) El corporativismo completo. Que todo el Estado se organice corporativamente; todas las formas y órganos de representación son representación de intereses gremiales, este tipo de Estado, es el Estado corporativo fascista.
Crítica al corporativismo
La crítica política más fuerte contra el corporativismo, fue hecha por Hans Kelsen, quien lo refutó en un artículo titulado "El problema del parlamentarismo". Kelsen señala cómo el parlamento ha venido sufriendo ataques por dos ideologías: la democrática y la corporativa; por la primera, ya que a medida que se fortalece el principio democrático, se intensifica la tendencia a reemplazar el sistema representativo, por las instituciones de democracia directa, por la iniciativa popular, el plebiscito y el referéndum; por la ideología de derecha corporativa que desarrolló el principio de la división del trabajo, quiere sustituir el parlamento, que por su composición no está capacitado para ninguna actividad técnica.
«En lugar del principio "mecánico" de las mayorías, debería estructurarse "orgánicamente" al pueblo y la formación de voluntad estatal no debería quedar abandonada a los azares del voto mayoritario, sino que cada grupo popular (organizado como clase profesional) debería participar en ella en la medida correspondiente a su importancia y significación dentro de la totalidad orgánica del pueblo.»
Kelsen demuestra sus dificultades. La primera es que la actividad del hombre no es unidireccional sino pluridireccional; se puede ser médico y preocuparse no solo por la medicina sino también por la religión, esto demuestra que los intereses profesionales concurren con otros, también vitales, de la más variada índole, como son los religiosos, éticos, estéticos, etc.
Otra dificultad, inherente a la anterior es la de delimitar los grupos de interés; cualquier delimitación que se haga de unos grupos frente a otros, no deja de ser arbitraria.
A lo anterior no sobra agregar que entre los distintos grupos de interés no existe comunidad sino contraposición.
Como a cada grupo debe dársele una participación en la formación de voluntad estatal proporcional a la importancia que tiene para la totalidad orgánica del pueblo, surgen inmediatamente dos problemas: ¿quién determina esa importancia y qué unidad de medida se toma para determinarla?
Suponiendo que se resolviesen esos interrogantes, siempre quedaría en pie el rompecabezas de determinar el principio con arreglo, al cual ha de formar la voluntad unitaria dentro del organismo corporativo. El único principio posible para dirimir los conflictos dentro del órgano corporativo es el de la mayoría; el principio mecánico de la mayoría, que era, paradójicamente, el que descalificaba al parlamento.
Conclusión
Con estos elementos, podemos ya descubrir y vigilar a quienes nos presentan sus intereses particulares como si fuera el interés general y evitar que nos hagan el fraude de ponernos a defender sus intereses privados, como si fueran los nuestros, o que se elijan a sus candidatos en los órganos de control, como la procuraduría.