Por: Jaime Araujo Renteria
Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
¿Hasta cuándo has de abusar de nuestra paciencia, Catilina?
Cicerón
Los hechos ocurridos para elegir al rector de la Universidad Nacional y sus consecuencias actuales, nos obligan a reflexionar y a hacer algunas propuestas para evitar esta situación en el futuro y ampliar la democracia en las universidades públicas colombianas.
No hay duda que el nombramiento de los rectores en las universidades de todo el mundo, y especialmente en las públicas, concita interés de la ciudadanía y en sus entornos político y social, pudiendo agruparse de acuerdo con los procedimientos democráticos utilizados y con los niveles de participación de distintos sectores, especialmente los estudiantiles y académicos.
Los antidemocráticos y autoritarios nombramientos por juntas de gobierno (consejos superiores), con voto secreto, con la continuidad de grupos dominantes al seno de las instituciones -rectores que primero se eligen, luego se reeligen y finalmente eligen a su alter ego- y la subordinación de los consejos superiores al ejecutivo de turno, debe terminar en las universidades públicas colombianas. Para lograrlo, es importante la participación democrática, especialmente de estudiantes, docentes y personal administrativo de las universidades, para academizar y enriquecer las políticas universitarias, para favorecer la construcción de consensos en la toma de decisiones y para el fortalecimiento de la autonomía. No podemos construir una sociedad democrática si donde educamos a la sociedad no existe la democracia para elegir a su rector.
Confesamos, que como amigos de la democracia, la soberanía popular, la constituyente, etc., nos gusta (como dijera Kant) que las personas tomen su destino en sus propias manos y que frente a las falencias de la democracia, la solución no es acabar la poca democracia que existe, sino al contrario, inyectar más a la anémica democracia.
También confesamos que queremos universidades públicas en las que se verifiquen procesos amplios de votación en los cuales participen estudiantes, académicos, trabajadores y egresados. Nos gusta el voto igual -una persona un voto, como es la regla de oro de la democracia-. No es bueno que personas externas, sobre todo de origen político, voten en la elección de rector (ni ministros, gobernadores, alcaldes o representantes de estos sectores) así presidan o participen en los consejos directivos, ya que pone la universidad al servicio de la política. Lo mismo es válido para otros miembros de los consejos superiores, llámense empresarios o miembros de gremios. Para evitar equívocos, aclaro, que no estoy pidiendo que dejen de pertenecer a los consejos superiores, sino que no deben votar en la escogencia del rector.
Como máxima expresión de la política en las universidades se puede citar el nombramiento de Wang Enge como rector de la Universidad de Beijing en 2013, por parte del comité central del Partido Comunista Chino.
En algunos casos de voto directo ponderado -que no recomendamos- como en la universidad más antigua de occidente, la de Bolonia de 1088 y la de Roma (Sapienza), utilizan la votación directa ponderada con participación de profesores, investigadores, representantes estudiantiles y personal técnico. A través de la ponderación -que es antidemocrática, ya que un voto vale más que otros- el voto de los profesores es siempre mayoritario; cuando ningún candidato alcanza mayoría absoluta, se produce una segunda vuelta entre los dos más votados. Si se tuviera que utilizar un voto ponderado, el voto de los estudiantes, sería el que tendría mayor valor.
La razón por la cual el voto de los estudiantes debe ser igual o mayoritariamente ponderado, es que la universidad, cualquiera que sea, tiene una estructura cuyo fin más importante son precisamente los estudiantes, ya que es un dislate concebir una universidad sin ellos. Los estudiantes son la razón de ser de las universidades. No puede haber docentes sin estudiantes, ni personal administrativo que no esté a su servicio. Esta población es el alma, el cuerpo y el corazón de la educación universitaria. Sin ellos todo lo demás carece de sentido y de un fin claro.
Un antecedente nefasto que es necesario reparar. autonomía no es falta de democracia.
Ese presente sobre lo que ocurre en las universidades públicas y especialmente en la Universidad Nacional, lo constituye la Sentencia T-1227/03 de la Corte Constitucional,donde los peticionarios son Víctor Manuel Moncayo Cruz y Diego Mauricio Carrera, profesor candidato y estudiante respectivamente.
La sentencia es terrible porque le quitó a los estudiantes el derecho a tutelar, con el argumento que ellos no son el órgano de elección del rector, porque la Corte Constitucional consideró que no estaban comprometidos derechos fundamentales, cuando a falta de uno estaban violados varios, comenzando por el de elegir y ser elegido, pues renunció a su competencia para tutelar derechos fundamentales y se dejó la acción contra esos actos violadores de derechos humanos en cabeza del consejo de estado, avaló el voto secreto para elegir rector, lo que es contrario al estado social y democrático de derecho, pues como dice Norberto Bobbio, en él no existen los Arcana imperio sobre los que llamó la atención tácita para referirse a los secretos de estado y al gobierno imperial y que se enmarcan en aquello que la tradición filosófico-política llama la necesidad del Estado de sustraer del conocimiento público una esfera importante de sus acciones, manteniéndolas así en el secreto y la discrecionalidad. Para Bobbio, en efecto, la distinción entre la democracia y la autocracia pasa por el hecho de si se concibe al secreto como regla (en la autocracia) y excepción (en la democracia). Por ello, el deber de la democracia será “desarrollar en su seno anticuerpos y permitir formas de «desocultamiento» por medio de la crítica libre y el derecho de expresión de los diversos puntos de vista”. Permitió, en ese caso, que las minorías elijan, ya que no existía la mitad más uno de los votos a favor de quien fue elegido, también en ese caso contra la voluntad de los estudiantes.
Lógicamente, que el suscrito salvo el voto y mucho más cuanto mi ponencia, proponía todo lo contrario: que los estudiantes pudieran tutelar, porque existían múltiples derechos fundamentales violados, porque el voto debía ser público y porque se debía respetar la decisión mayoritaria de los estudiantes y además porque quien resultó elegido fue elegido sin tener la mayoría de votos necesarios (quienes quieran estudiar el tema puede ver la sentencia).
Este nuevo episodio de vulneración de derechos fundamentales, especialmente de los estudiantes, debe servir para que la Corte Constitucional repare la injusticia y profundice la democracia en las universidades públicas, dando a los estudiantes el poder de elegir rector en ellas. Ojalá una nueva demanda de tutela sirva para lograr este propósito.
Reflexiones finales
Con un grupo de profesores y miembros de la sociedad civil, nos hemos dado el trabajo de estudiar y debatir en varios foros universitarios de Colombia, comenzando por la región caribe (Universidades del Atlántico y de Cartagena) la reforma universitaria que propone el gobierno nacional. En todos esos foros he realizado la misma pregunta: ¿cuándo será que los estudiantes universitarios van a tener el derecho a decidir quien es rector de su universidad pública? En una estructura cuyos sujetos más importantes son los estudiantes, no existe duda que ellos deben ser los que tengan el poder de decidir.
La reforma debe avocar este asunto y definir de una vez por todas que los estudiantes no solo cuentan, sino que tienen el máximo poder para escoger a su rector.
Esta reforma, de la que nadie habla, sin duda es la más importante para la construcción de democracia, no solo en la universidad, sino también en la sociedad, junto con los recursos necesarios para hacer realidad el derecho fundamental a la educación, para que este de verdad sea universalisable, esto es para todas las personas, en todos los niveles.
Nosotros tenemos muchos más recursos naturales que otros países, por ejemplo, Japón, pero ellos nos ganan porque han perfeccionado su recurso más importante: el humano, la educación de sus personas.
Si de verdad, queremos salir del subdesarrollo y hacer la revolución pacífica, necesitamos universalizar la educación de todos los colombianos a todos los niveles y profundizar la democracia en los lugares de estudio comenzando por las universidades públicas.
La autonomía universitaria no puede confundirse con los arcana imperio, ni es incompatible con la democracia en la escogencia de los rectores.