Por: Jaime Gómez Alcaraz
La COP30, celebrada en Belém (Brasil) en noviembre de 2025, fracasó en traducir en compromisos vinculantes la necesidad científica de abandonar los combustibles fósiles. A pesar de que más de 80 países —incluyendo muchas naciones del Sur Global— exigieron una hoja de ruta clara para el fin del petróleo, gas y carbón, la declaración final omitió cualquier mención explícita a este objetivo. Entre los pocos Estados que se negaron a suscribir el texto figura Gustavo Petro, presidente de Colombia, quien denunció la ausencia de lenguaje científico en la declaración como “hipocresía” y optó por no firmar.¹ Este artículo examina los mecanismos económicos y políticos que explican este retroceso, analiza el significado geopolítico del rechazo colombiano y plantea por qué la COP30 ha reforzado la urgencia de una ruptura estructural con el capitalismo fósil desde una perspectiva de justicia climática.
Contexto de la COP30 y la crisis climática
La COP30 reunió entre el 10 y el 21 de noviembre de 2025 a casi 200 países bajo el amparo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC)². El evento fue organizado en Belém, en plena Amazonía, un territorio cuya vulnerabilidad ecológica simboliza la urgencia climática global. Tras años de advertencias científicas y eventos climáticos extremos —sequías prolongadas, inundaciones devastadoras, incendios forestales descontrolados— existe consenso científico en que limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C exige una eliminación planificada y progresiva de los combustibles fósiles³. En consecuencia, se esperaba que la COP30 pudiera avanzar hacia compromisos concretos y vinculantes.
Qué sucedió en Belém: un resultado débil y simbólico
Durante las primeras jornadas, más de 80 países exigieron incluir en el documento final un compromiso explícito para eliminar paulatinamente los combustibles fósiles mediante una hoja de ruta internacional⁴. Sin embargo, en las negociaciones finales el lenguaje fue eliminado y la declaración aprobada no contiene ninguna referencia explícita a petróleo, gas o carbón. Health Policy Watch describió el acuerdo como un texto sin contenido real, señalando que no apareció “una sola línea que comprometa a los Estados a terminar con los combustibles fósiles”⁵.
Como salida alternativa, Brasil propuso la creación de dos hojas de ruta voluntarias, una para transición energética y otra para detener la deforestación, fuera del marco formal de la UNFCCC⁶. El carácter voluntario de estas iniciativas fue percibido como una estrategia para diferir acciones reales y proteger intereses económicos corporativos y estatales. Movimientos sociales, científicos y observadores internacionales calificaron el resultado como un acuerdo vacío, una victoria del lobby fósil y un retroceso respecto del consenso científico⁷.
La justicia climática: dimensión ética y política del debate
La justicia climática interpreta el cambio climático como un fenómeno que no afecta a todos por igual: quienes menos han contribuido a la crisis, países empobrecidos, pueblos indígenas, mujeres rurales, comunidades afrodescendientes, son quienes sufren las peores consecuencias⁸. En su esencia, la justicia climática articula dos dimensiones fundamentales: justicia distributiva, relativa a quién paga los costos y quién recibe los beneficios, y justicia procedimental, referente a quién participa en la toma de decisiones y con qué poder real⁹.
Desde la perspectiva del Sur Global, implica reconocer la responsabilidad histórica del Norte Global en la acumulación de emisiones y en los beneficios económicos derivados de ellas. Por ello, exige financiamiento climático basado en transferencias y reparación, reconocimiento de la deuda ecológica y transición energética justa¹⁰.
Por qué la COP30 profundiza la injusticia climática
El fracaso de la COP30 refleja un modelo institucional incapaz de confrontar los intereses económicos que sostienen el capitalismo fósil. La estructura de decisión por consenso permite que pocos Estados, petro-potencias como Arabia Saudita, Rusia, India o China, bloqueen cualquier acuerdo vinculante¹¹.
De este modo, las COP reproducen desigualdades: las decisiones se toman para proteger mercados, inversiones y ganancias corporativas, mientras las comunidades más vulnerables carecen de voz real. Los resultados de Belém confirman que la arquitectura actual de gobernanza climática privilegia los intereses del capital sobre la supervivencia social y ecológica.
La posición de Colombia y el liderazgo crítico de Gustavo Petro
En este contexto, la postura de Colombia adquiere importancia histórica. Gustavo Petro declaró públicamente que Colombia no aceptaría un texto que omitiera la causa principal de la crisis climática: los combustibles fósiles¹². En su intervención y posteriores declaraciones, condenó la retórica vacía del acuerdo final como una traición a la ciencia y a la humanidad. La decisión de Colombia de no firmar el documento fue confirmada por medios internacionales¹³.
Esta ruptura no es simbólica: integra una estrategia política para abandonar progresivamente la dependencia del petróleo y el carbón, rechazar nuevos contratos de exploración y promover una economía basada en energías renovables, agricultura sostenible y protección ecosistémica¹⁴. Asimismo, Colombia anunció la organización de una conferencia internacional en 2026 para avanzar hacia un tratado global de no proliferación de combustibles fósiles¹⁵.
La posición del gobierno colombiano constituye un acto de soberanía ecológica y de afirmación ética desde el Sur Global: exige coherencia entre ciencia, política y justicia socioambiental.
Justicia climática y agenda alternativa para el Sur Global
Para que la justicia climática sea real, se requieren transformaciones estructurales profundas:
- Reconocer la deuda ecológica histórica del Norte Global¹⁶.
- Sustituir financiamiento mediante préstamos por mecanismos de compensación y reparación.
- Garantizar una transición justa que proteja trabajadores y comunidades.
- Incorporar el liderazgo de pueblos indígenas y organizaciones territoriales.
- Democratizar la energía y redistribuir poder y riqueza.
La crisis climática no es simplemente ambiental, sino civilizatoria: requiere abandonar el modelo de crecimiento ilimitado, consumo desbordado y explotación extractivista.
Perspectiva de género sobre COP30
Desde una perspectiva de género, la COP30 también significó un retroceso al no lograr la adopción de un nuevo Gender Action Plan (GAP), instrumento clave para integrar la igualdad de género en la acción climática. UN Women advirtió que la falta de un plan robusto y financiado envía la señal de que el liderazgo y la experiencia de las mujeres son prescindibles, pese a que la crisis climática las afecta de manera desproporcionada y agrava las desigualdades existentes. Según Gender Snapshot 2024, el cambio climático podría empujar a 158 millones adicionales de mujeres y niñas a la pobreza extrema para 2030 si no se incorporan políticas con enfoque de género. La ausencia de acuerdo en Belém, por tanto, no solo debilita la justicia climática, sino también la justicia de género.
Ningún avance hacia la justicia climática
La COP30 no representa un avance hacia la justicia climática. Por el contrario, debilita la credibilidad del sistema climático internacional y evidencia que la diplomacia multilateral actual está capturada por el capital fósil y las potencias económicas. La negativa de Colombia a avalar un acuerdo vacío constituye un gesto de dignidad ecológica y una señal de que existen alternativas reales.
La justicia climática no es una consigna moral ni un adorno discursivo: es una condición ética, política y científica para la supervivencia humana. La batalla climática no se ganará dentro de un sistema diseñado para proteger intereses fósiles; se conquistará en la construcción de poder desde abajo, en la articulación Sur-Sur y en la movilización global por una transición justa. Si el mundo continúa apostando por acuerdos simbólicos, la historia recordará la COP30 como la cumbre del fracaso moral frente a la urgencia climática.
Bibliografía
¹ Swissinfo/EFE, “Petro se opone a documento aprobado por la COP30 sin referencia a combustibles fósiles.”
² UNFCCC, “United Nations Climate Change Conference 2025.”
³ UNDP, Climate Science and Policy Report, 2024.
⁴ Dialogue Earth, “Países impulsan hoja de ruta para abandonar combustibles fósiles.”
⁵ Health Policy Watch, “COP30 Ends With No Text On Fossil Fuels Phase-Out.”
⁶ UNFCCC, “Belem Political Package,” 2025.
⁷ The Energy Mix, “Empty Deal at COP30.”
⁸ Climate Justice Resilience Fund, “Climate Inequality,” 2024.
⁹ Center for Climate Justice, “What Is Climate Justice?”
¹⁰ Oxfam, Climate Justice Report, 2025.
¹¹ The Guardian, “Petrostates Block Progress at COP30.”
¹² Swissinfo/EFE, op. cit.
¹³ Colombia One, “Colombia Stood Alone Rejecting COP30 Final Declaration,” 2025.
¹⁴ PoliticoPro, “Colombia Urges World to Quit Fossil Fuels,” 2025.
¹⁵ Mongabay, “Colombia propone tratado global de eliminación fósil,” 2025.
¹⁶ The Guardian, “Developing Nations Need Climate Justice, Not Debt,” 2025.
