Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Profesor asociado de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario
Una parte del periodismo colombiano obsesionado por los “me gusta” en redes hace lo que sea por fabricar una noticia. Esta semana el turno del señalamiento fue para el concejal Julián Triana quien publicó una foto con su equipo (unidad de apoyo normativo) presentando a cada persona, con el fin de que la gente supiera quién está detrás del trabajo del cabildante. No obstante, lo que era un ejercicio de transparencia, terminó en un aguacero de críticas (no pocos comentarios homofóbicos) por un supuesto despilfarro.
Claro, los periodistas que apuntaron a la crítica cayeron en una práctica habitual: lanzar una apreciación desde el desconocimiento (en este caso sobre cómo se asignan los presupuestos para dichas unidades) y omitiendo la insistencia de personas que recordaban que cada concejal tiene un presupuesto asignado y de acuerdo a su criterio puede contratar hasta 10 asesores, con una asignación que es igual para todos. Eso sí, cada quien decide si estira el recurso para contratar a muchos, o lo contrae y trabaja con pocos. Como ha ocurrido en el pasado, crearon una noticia sin fundamentos y sin bases. Supuestamente un concejal despilfarraba el presupuesto, cuando debían explicar que había optado por un equipo amplio que le cuesta al erario lo mismo que el de sus colegas.
El caso no sólo es lamentable por la pobreza argumentativa y la incitación al odio de algunos de los comentarios que acompañan las críticas, sino porque se sigue difundiendo el estereotipo de que todo lo que se hace en el sector público es ineficiente, mientras que el privado es ejemplo de excelencia profesional. Extraño que este periodismo que presume la holgazanería de los servidores y funcionarios públicos se olvide que hoy buena parte de las noticias falsas que se publican sin verificación ni contraste ocurre en medios privados. Tampoco parecen recordar que en los grandes escándalos de corrupción que han impedido el buen curso de la administración pública el rol de privados ha sido esencial, basta recordar Chambacú, Odebrecht, los Carteles de la Contratación y de la Hemofilia o Reficar para deshacer el mito de un sector privado inmaculado.
Se entiende que la política no pasa por su mejor momento y los mismos concejales, representantes o senadores son conscientes de que la gente está hastiada de su ineficiencia, de que no respondan a los intereses de sus electorados o que por la falta de profesionalismo los avances normativos sean escasos. Lo extraño de esta historia es que cuando un cabildante, como en el caso de Triana, apuesta por una profesionalización, sin asomo de análisis sea tachado y sindicado desde el desconocimiento sobre principios básicos de la administración pública. No se trata de defender su labor, pues su gestión en el concejo debe ser analizada y evaluada a la luz de sus asistencias, la calidad de sus intervenciones, el control político, la capacidad de iniciativas para acuerdos y, por supuesto, por el respeto a los intereses que lo llevaron a esa corporación. Ahora bien, no deja de extrañar el silencio de esta prensa por los casos de concejales que utilizan el concejo de Bogotá como una plataforma para llegar a Cámara o Senado, lo cual no tendría nada de malo de no ser por el descuido evidente de los temas bogotanos en favor de los de mayor visibilidad a escala nacional. Sobre ésos no aparece crítica de los medios hegemónicos.
La descalificación al concejal Triana es contra todos los que apuestan por el trabajo profesional y en equipo, una oda a la superficialidad y la confirmación de que informar u opinar desde el prejuicio resulta tan cómodo como rentable. Esta vez fabricaron la noticia sin que hasta ahora hayan reculado, explicado o siquiera matizado. “Escupen para arriba” sin darse cuenta, pues con ese mismo argumento peregrino y denigrante serán despojados de su dignidad laboral. Toda mi solidaridad con esas jóvenes víctimas del mal periodismo.