Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Profesor asociado de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos
Siempre es más fácil apoyar guerras con hijos ajenos. Tal parecería la premisa de una derecha colombiana que, con tal de contradecir al gobierno, está dispuesta a apoyar el genocidio en la Franja de Gaza. Ante la decisión coherente de romper relaciones diplomáticas con Israel, los sectores más reaccionarios han dejado ver que no existe ninguna posibilidad de empatía o solidaridad con los palestinos y que parecen pocos los al menos 33 mil asesinados de las peores maneras y cuyo exterminio inédito parece justificarse en el lugar común muy cómodo para un racismo cada vez más expreso, de que todo ocurre por responsabilidad exclusiva de Hamás. Se exime de toda responsabilidad a la dirigencia israelí que, ha dado las órdenes de poner en práctica la doctrina Dahiyé o de tierra arrasada, cuyo propósito consiste en destruir Gaza por completo, al tiempo que se despojan tierras a un ritmo acelerado y frenético en Cisjordania y Jerusalén Oriental (en estas dos últimas donde no hay presencia del movimiento islámico). Esa doctrina se viene aplicando al menos desde 2006, es decir 17 años antes de los injustificables ataques de Hamás.
Se acabaron las excusas para apoyar la guerra. En el propio territorio israelí crecen las manifestaciones de inconformidad y rechazo a un gobierno que carece de toda legitimidad, pero se mantiene por la mecánica arbitraria de la guerra pues mientras se mantenga el discurso bélico, la salida de los criminales que hoy gobiernan Israel es leída como un vacío de poder que ese Estado no quiere permitirse. Con un cinismo que no conoce límites, los ex ministros Juan Carlos Echeverry y Mauricio Cárdenas han salido, en cuanto medio han podido, hablando del comercio y recurriendo al lugar común de que por qué se corta la relación con Tel Aviv y no con Moscú (interrogante al que se monta el humorista Daniel Samper Ospina), que el comercio con los israelíes se volvió de buenas a primeras indispensable en nuestro desarrollo y que, supuestamente esto obedece a una política exterior improvisada. Ninguno de los exministros o el humorista recuerda, eso sí, las vidas de los palestinos masacrados, ni el dolor por los casi 20 mil menores cuyas vidas fueron arrebatadas.
Habría que recordarle a esa selección Colombia del cachaquismo que la actitud de Rusia al invadir Ucrania también es reprochable y se ha condenado, pero a su vez un agravante en la situación actual en Medio Oriente que buena parte del conservatismo arribista y racista colombiano se niega a entender (acá va de nuevo una vez más): a Palestina la han dejado sin ninguna posibilidad de defensa, carece de Fuerzas Militares, mientras Israel recibe respaldo militar financiero y político de los Estados más poderosos, para llevar a cabo este genocidio apoyado en una limpieza étnica y estructurado en un esquema de apartheid. Ucrania ha recibido una cantidad inédita de recursos por parte de Europa y Estados Unidos, aviones de combate, blindados, un sistema antimisiles y la promesa en actual concreción de ingresar a la Unión Europea. A Palestina le han cortado todas las vías de recepción de ayuda internacional, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA por sus siglas en inglés) recibió un castigo desproporcionado por una denuncia de Tel Aviv de supuesta complicidad con Hamás. Hasta la fecha las autoridades israelíes no han entregado una sola prueba de tal señalamiento que los defensores enérgicos de la guerra cada vez que pueden recuerdan en medios de comunicación donde, sin asomo de rubor, hacen promoción al genocidio.
Colombia ha tomado la decisión de cortar el lazo diplomático apoyándose en el antecedente gravísimo del bombardeo al campo de refugiados de Jabaliya el 31 de octubre de 2023, hace casi medio año ya. Para quienes no lo recuerdan, Tel Aviv ordenó el ataque brutal a un campo atestado de refugiados, con menores, adultos mayores y personas en estado de total indefensión. Ante semejante agresión, Petro ordenó el llamado a consultas de nuestra embajadora en territorio israelí, Margarita Manjarrez. Importó poco, e incluso el embajador de ese país en Colombia desafió las normas elementales sobre relaciones consulares y diplomáticas y polemizó públicamente con funcionarios del gobierno refiriéndose a temas internos, tal como sucedió con el director de la DIAN, Luis Carlos Reyes. Todo por simplemente pedir un alto el fuego en Gaza. Hace un mes se advirtió acerca de la necesidad de que Israel respetara el alto al fuego ordenado por el Consejo de Seguridad de la ONU, que incluso Estados Unidos no osó vetar, muestra de hasta qué punto la legitimidad de la ofensiva se ha desplomado. Israel que se siente en el derecho de estar por encima del derecho, no sólo se pasó por la faja la decisión del máximo órgano de la seguridad y paz internacionales, sino que anunció la ofensiva en Rafah al sur de Gaza, donde se han hacinado más de un millón de palestinos que temen por lo peor. Sobreviven pasando hambre mientras esperan ser atacados. Ésa habría sido la gota que rebosó la copa.
Colombia ha hecho lo correcto. En este círculo de conservadores recalcitrantes ha generado más indignación la decisión de Petro que la carnicería que a esta hora se sigue adelantando en Gaza. No han bastado las imágenes, fotos, videos, y testimonios abundantes para que se conmuevan. A la larga para esta élite estéril para el cosmopolitismo y la empatía, los árabes palestinos no son seres humanos, apenas una cifra o una abstracción cuyo exterminio se justifica en la necesidad de que sean sometidos a la fuerza con propósitos civilizadores. Enhorabuena que hoy no nos gobiernen.